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Embajadores de Sportiva - Capítulo III

Embajadores de Sportiva - Capítulo III

En este tercer capítulo de los que dejaron una huella en Sociedad Sportiva, hay nombres que mostraron el camino, no sólo dentro de la cancha, sino que también fuera de ella. Lo que se dice “embajadores” de una forma de sentir y vivir el rugby, con el CASI como paso distintivo por el rugby de Buenos Aires.

Juan Manuel “Azu” Doria, un recorrido entre Bahía, San Isidro e Italia 

Hablar de la familia Doria es hablar de una parte del deporte en la historia de Sportiva. Primero con los abuelos tenistas, pioneros en el crecimiento del club y después con papá Ernesto y el tío Oscar, que fueron destacados rugbiers en Bahía. Juan Manuel prácticamente se crio en el club, dónde empezó a jugar al rugby con sólo cuatro años. Debutó en la Superior a los 17 y se fue a Buenos Aires a los 21: “somos cuatro hermanos, yo soy el más grande. Santiago, es el segundo, Felipe el tercero, actual jugador de la Primera con 30 años, y la más chica es Inés, que vive en España y juega al rugby en Barcelona”. 

“Esos años antes de irme fueron muy buenos, hacia fines de la década del ’90. Fue una etapa importante en la que fuimos pentacampeones y el club empezaba a levantar. Jugué hasta 2001” –destacó Juan Manuel en el comienzo de la conversación-.  

“De chico fui la mascota, era fanático e Iba a todos los partidos de la Primera. Ahí me pusieron Azu, porque era pelado y tenía las orejas para afuera, como una azucarera. Mis referentes fueron Raúl Rivas, Mario Rey Sarabia, Pablo Urbicain y Pancho Inchausti. Yo quería jugar con ellos, así que cuando debuté en Primera fue como jugar en Los Pumas. También otro que me marcó fue Claudio Ficcadenti, especialmente en su época de medio scrum. Siempre le decía: ¡Ficca! ¿me dedicás una palomita? Entonces cuando él pasaba la pelota volando, se daba vuelta y me hacía la dedicatoria”.       

“Al CASI llegué en 2001 y me quedé hasta 2005. ¿Fue rápida la adaptación? –le preguntamos-: “Sí –contestó- por suerte fue bastante buena. Llegué en febrero junto a Fede Robaina, nos presentó Bere Stortoni. Arrancamos en la Pre C, al mes estaba en la Intermedia y en marzo debuté contra Regatas. Estaba de suplente y como se lesionaron Fede Böck y Rupa Travaglini, ingresé al lado de Tati Phelan y Santiago Sanz. A la semana siguiente fue mi primer partido oficial. Los entrenadores eran Georgi Allen, Pablo Devoto y Gonzalo Beccar Varela, que me pusieron de octavo contra Hindú, en el CASI, junto a Tati y Rupa. La verdad estaba bien entrenado, y además conocía a varios chicos, que en el verano anterior habían estado en Monte Hermoso conmigo y comimos un asado en casa”.        

-¿El título de 2005 fue lo máximo que viviste en el CASI?  

-Ese campeonato fue espectacular, estuve muy consolidado en el equipo, en la segunda línea junto a Andy Storey, James Stuart y Esteban Lozada. Jugué mucho, pero unas semanas antes de las finales se casó un amigo mío en Bahía. Stuart y yo estábamos muy firmes en la Primera y Lozada recién volvía de Europa. Le dije al Chapa que no quería perder el puesto y me fui. Volví en la Intermedia contra Lomas, y en la siguiente fui titular contra Plaza. Pero en la semi, contra Hindú, me bajó. Tenía una calentura bárbara. Pero bueno, en la final ingresé en el segundo tiempo y salí campeón con el CASI.     

“Si me decís cuál fue el recuerdo más fuerte que tuve -afirmó- te digo que fue el jueves previo a debutar contra Hindú, en 2001. Me acuerdo que vino Georgi Allen y me tiró la pelota. La agarré y me dijo: “¿Azu, estás preparado? ¡Vas a jugar de titular!”. Imaginate, estaban Tati, Enrique Pichot, Nacho Gortari, Gambarini, el negro Gaitán, Cuta Jorge, Bere, atrás. Para mí era un sueño, era un partido que se filmaba por ESPN, los que siempre miraba por televisión en Bahía. Me acuerdo que ese día llovió muchísimo.”       

La experiencia en Italia y el paso de jugador a entrenador 

En diciembre de 2005 se fue a Italia dónde estuvo por espacio de siete años. Jugó en L’ Aquila, Rovigo y Prato, club con el que ascendió al Top 10. Allí fue su mejor etapa rugbística, todo el año de titular, de ocho o seis, con una final disputada en el Stadio Flamino ante L’Aquila. Y de ahí se fue a jugar tres años a Catania, dónde también logró el ascenso y se quedó hasta 2012, año que emprendió el regreso.   

En 2015 dejó de jugar y en 2018 agarraron la Primera junto a Bere Stortoni y Ramiro Martínez Gambino, que estaba en el cargo. Ese año fueron terceros del Regional Pampeano y en 2019 lograron el título, sin dudas el logro más importante en la historia de Sportiva: “Hace 11 temporadas que se juega el Regional y después de años de dominio de Sporting y Mar del Plata Rugby nos propusimos cambiar la manera de entrenar y cómo bajarle el mejor mensaje al plantel. Los chicos hicieron un cambio excepcional y salimos campeones, fue increíble. El primer año era pedirles, esfuerzo, compromiso, que metieran todo. Y en el segundo hicimos una autocrítica, porque: ¿qué más podías pedirles a los jugadores? Son amateurs, pagan su cuota, el gimnasio, los viajes, los botines, le dedican al rugby varios días por semana. La idea fue que disfrutaran mucho más de todo, al toque lo captaron y empezamos con otra sintonía. Dio sus frutos más allá de los resultados, la cantidad de gente nunca bajó de 25 y esa fue la pauta que íbamos por el camino correcto”.     

-¿Cómo estaba Sportiva antes de la pandemia?  

-La realidad era espectacular, estábamos muy bien. Con Fernando Azpiroz convocamos a una Nutricionista Deportóloga, llamada Paula Arrindegui, que trabajó en Bahía Basket y Olimpo. Con ella empezamos a hacer charlas de nutrición, mediciones y los chicos hicieron un cambio tremendo en el rendimiento físico. 

Para finalizar, Azu destacó los recuerdos más fuertes en Sportiva: “la coronación del Regional y haber salido campeón como entrenador, entrenar a mi hijo a los 12 años y el debut en Primera a los 17”.            

Franco Fasano, tries y récords para la Academia 

Se fue muy chico de Bahía Banca y tuvo una destacada carrera en el CASI. Franco, el hijo mejor de Pablo, fue otro de los “Embajadores” de Sportiva a través de su dilatada carrera. El paso por San Isidro y lo que significó la hermandad entre ambos clubes: “Podría decirte que muchos tuvimos la suerte de haber jugado fuera de Bahía. Porque hubo un montón de jugadores con los que compartimos momentos en el club que podrían haber llegado por su nivel. Siempre se dice: ¡lo que hubieran sido en ese club! Porque para los que somos del interior, en realidad, hay un camino muy largo para terminar jugando en gran nivel y ser muy competitivo. Es un esfuerzo enorme el que hay que hacer, porque es muy difícil que sólo se llegue por talento”.  

“Al CASI me sumé en 2004 cuando tenía 21 años –comentó- y me retiré en 2018, después de 15 años en el club. En realidad, en Primera, fueron 13 temporadas”.  

-¿Pensaste alguna vez que ibas a estar tanto tiempo?  

-No, la verdad no lo esperaba. Fui con expectativas de jugar en Primera, algo que por momentos pensaba que era inalcanzable. Fue un sueño, porque las cosas se dieron tan rápido que a veces ni te das cuenta. Creo que fui más consciente con el tiempo de todo lo que logré, después que dejé de jugar. Fueron muchos años en la Primera y para mí era normal. Estar en el equipo durante tantos años, tener mi espacio en el vestuario con mi casillero, con lo significa el CASI.  

Los partidos y tries, una estadística que no tiene dueño en el CASI y en la que muchos lo mencionan entre los mejores: “Todavía hay una discusión en el club si soy el jugador que más partidos jugó en la Primera, ya que fueron 13 años con muy pocas lesiones –sólo la operación de hombro en 2017-. Con campeonatos largos y Nacional de Cubes fueron más de 350 partidos. El Chapa también jugó mucho, hasta los 43, pero con algunas interrupciones y torneos más cortos. Y en los tries también dicen que hice más de cien”. 

Los referentes y sus primeros pasos 

-¿Quiénes fueron los que te guiaron?  

-Con mi viejo me apoyé bastante, me entrenó dos o tres años en juveniles. Se manejó conmigo como uno más, en una división en la que nos costaba mucho juntar los quince.  

-¿De quiénes te acordás de esa camada?  

-Ignacio Soulé, un hooker que después fue a jugar a Garnica, en el País Vasco. Manolo López, el medio scrum que formaba pareja de medios conmigo, que era apertura. Después me fueron empujando y en Bahía terminé jugando de fullback. En el CASI estuve medio año en esa posición y con el tiempo me fueron corriendo de puestos, hasta que en un partido contra Olivos me pusieron de wing, hice varios tries y no me sacaron nunca más, aunque a mí me encantaba jugar de fullback. 

-¿Quiénes te marcaron en los comienzos? 

-En aquellos tiempos admiraba a Mario Rey Sarabia y al Guasón, que jugaba en mi puesto. El Bere también –por Stortoni- pero él se fue demasiado rápido del club. El socio de Sportiva es hincha del CASI y para eso mucho tuvo que ver el Bere. También Pancho –Inchausti- y Azu –Doria- que se fue en 2002 y tuve la suerte de jugar con él y salir campeón en 2005.   

Su padre, el mejor rugbier de Bahía del Siglo XX y una relación que va mucho más allá de la ovalada: “Con respecto a mi viejo, con el tiempo tomé consciencia de lo que fue como jugador. Cada vez que viajaba con el CASI por el interior me preguntaban: ¿sos algo de Pablo Fasano? Y cuando les decía que era el hijo me contaban que fue un jugador distinto, que si no hubiera estado en Bahía Banca en esa época, hubiera jugado en Los Pumas”.    

A los 19 terminó el secundario y se fue un año a Australia, en 2002, dónde vivió y jugó al rugby en Sydney, dónde estaba su tío. Cuando regresó debutó en la Primera de Sportiva, salió campeón en 2003 y jugó un Regional, dónde llegaron a semifinales y perdieron contra Taragüy, en Corrientes.   

Una gran experiencia en la Academia 

“La verdad que fui un afortunado –destacó Franco- desde que llegué a San Isidro me sentí como uno más, me hice enseguida muy amigo de la camada ’82, aunque yo era ’83. La primera vez que jugué en la Catedral fue en el Centenario del CASI, con la Primera de Sportiva, no lo podía creer lo que era la tribuna y los vestuarios. Después compartí momentos con gente que admiraba, como el Negro Gaitán, Fede Martin Aramburú, Tati Phelan. Tati me entrenó en 2006 y después a mí me tocó entrenar a su hijo, Felipe. Un tipo que transmitía mucho y emocionaba, como el Chapa”. 

“Para mí fue todo increíble en el CASI, me sentí muy bien. En 2004 arranqué en la M22 y a fin de año ya estaba ingresando en la Primera, de suplente. Mi familia me venía a ver y las jornadas que empezaban a las 12 terminaban a las cinco de la tarde, eran maratones de partidos” –agregó Fasano-.      

-¿Por qué sentís que fue tan fuerte la hermandad entre Sportiva y el CASI?  

-Creo que los que venimos de Bahía lo tenemos más claro que ellos. Porque al CASI llega mucha gente del interior. Aunque desde el comienzo hubo un sentimiento muy fuerte por el afecto y la forma parecida cómo se vive y enseñaba el rugby. Se formó una camaradería y una relación muy especial. Y después cada uno que llegó al CASI, empezando por Inchausti hasta el último, lo representó de la mejor manera, como jugador o persona, y no lo utilizó como vidriera. Sienten que el jugador de Sportiva tiene un amor interno hacia el CASI y esa sensación de ser parte está buenísima.          

Santiago Álvarez Fourcade, el capitán de Pumas 7s  

Es el capitán el seleccionado de seven de la Argentina que se prepara para los Juegos Olímpicos de Tokio. Nacido en Sportiva y desarrollado como jugador en el CASI, Santi cuenta con un récord poco común, ya que pasó por todos los representativos de la UAR: M20, Pumas 7s, Argentina XV, Jaguares y Los Pumas, aunque en estos últimos dos equipos no llegó a sumar minutos. 

En el Circuito Mundial de Seven debutó con tan sólo 19 años, en Dubai 2013. Acumula 211 caps y 37 tries, luciendo la cinta de capitán desde Las Vegas 2019, cuando le tocó tomar la posta de Gastón Revol, uno de los grandes referentes del seleccionado.     

“En Sportiva no llegué ni a jugar en Primera, terminé el colegio y a los 18 me vine para Buenos Aires. En juveniles viví una linda etapa, con entrenadores que me enseñaron lo que hoy soy como jugador y persona. Recuerdo al ruso Scheverin, Pancho Inchausti y el ruso Kholer. Y de muy chiquito, a los cinco años, tuve a Iñaki Irazusta –que lamentablemente falleció en un accidente- que fue muy importante para el club. Todo el mundo lo quería, porque se entregaba a los más chicos. Fue muy triste lo que pasó”. 

El contacto con Sportiva sigue intacto a pesar de la distancia: “Tengo varios de mis amigos allá que siguen jugando. Siempre que puedo voy a Bahía, al club si juega el fin de semana, ahora no obviamente”. 

Representar al país en su lugar de origen fue sin dudas uno de los acontecimientos más importantes que vivió Santi en su carrera: “Uno de los recuerdos más grandes que tengo de Bahía fue el partido que jugamos en 2017 contra Uruguay por el Americas Rugby Championship, en cancha de Villa Mitre. Estaba toda mi familia y mis amigos, nunca pensé que iba a estar jugando para mi país y en mi ciudad. Además, salió todo redondo, ganamos bien (57-12) y fue un partido inolvidable para mí”.   

Los comienzos en el CASI 

“En 2013 arranqué en el CASI, en M20, y al año siguiente pasé al plantel superior. El debut en Primera fue contra Newman en la Catedral, con Enrique Pichot, como entrenador. La verdad que al club llegué como apertura, porque en Sportiva jugaba en ese puesto, pero en la preparación a los mundiales juveniles me probaron de centro y así quedé en esa posición”.  

Cuando hablamos de los jugadores que le gustaban, Santi destacó cuáles eran sus preferidos: “de chico tenía varios referentes en el club: El Bere, Juan Cruz Rigal y algunos forwards, que también me gustaban. Ir a ver a la Primera era el sueño para todos los más chicos. En el CASI tuve la oportunidad de jugar con varios: Chaqueto Campero, Agus Figuerola, Martín Landajo, y además, compartí la cancha con Franco Fasano, gran persona”.         

La capitanía en los Pumas 7s 

“Estoy en un nuevo rol desde hace dos años –comentó Álvarez Fourcade-. Me llegó en un momento muy bueno, viviendo el seven que me gusta y reemplazando a un jugador como Gastó Revol, una persona de una humildad impresionante. Estoy disfrutándolo, tratando de hacer lo que venía haciendo y aprendiendo día a día, agradeciendo la confianza que Santy Gómez Cora depositó en mi”.  

-¿Cómo vivieron la pandemia? ¿Cómo hicieron para mantener la calma?  

-No fue fácil. Cuando salió esa fake news que los juegos no se hacían le pegó al grupo, no sabíamos cómo reaccionar. Por suerte al otro día lo desmintieron, pero es una incertidumbre muy grande. En el torneo de Madrid hasta que los hisopados no dieron bien y no estábamos adentro de la cancha no festejaba nada –ganaron los dos torneos-. No sabés lo que puede pasar mañana. Nosotros queremos llegar de la mejor manera a los Juegos Olímpicos, que es nuestro gran objetivo.  

-¿La inactividad se paga más en el seven? 

-Sí, porque se siente la falta de competencia. Lo que más te hace mejorar es el roce, se necesita jugar contra otro equipo. Tener ese cansancio, los  golpes y medirse contra otros. No es lo mismo jugar entre nosotros. 

Tres nombres, tres historias que nacieron en Bahía y recorrieron quilómetros defendiendo los colores de nacimiento y la misma bandera. Esa que marcó la formación y la continuación de un legado, los mismos que mamaron y transmitieron con la cabeza bien alta. Como la historia de Sportiva, el club que nació del deporte blanco y que hoy, a través del rugby, continúa dejando bien alto que lo dicta su tradición.         



Fotógrafo: Gentileza de Sociedad Sportiva, Pancho Álvarez Fourcade, Azu Doria, Franco Fasano y Martín Azpiroz

Fuente: Hernando De Cillia

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