Tucumán

“Estar al servicio sin pedir nada a cambio”: la fórmula que utilizó Universitario para hacerse grande en el rugby de Tucumán

“Estar al servicio sin pedir nada a cambio”: la fórmula que utilizó Universitario para hacerse grande en el rugby de Tucumán

Dejaron marcados sus nombres con el paso del tiempo en las distintas etapas de la vida de Universitario. Durante más de treinta años, tanto Pablo Garretón como Diego Mas aportaron su granito de arena, como jugadores, dirigentes, socios o padres. Hoy, desde otro lugar, siguen transmitiendo el legado a las nuevas generaciones. En esta nueva entrega de los clubes de nuestro país, Universitario cuenta más historias en primera persona.

Pablo Garretón fue y es una de las figuras más representativas del rugby de Tucumán. Uno de aquellos líderes que desde muy joven irrumpió en la escena nacional, en primer lugar, por formar parte de la Naranja Mecánica, el seleccionado tucumano que revolucionó el rugby con los títulos argentinos logrados en las décadas del ‘80 y ‘90. Después como capitán de Los Pumas, el primero nombrado de un club del interior. Neurocirujano de profesión, con un paso por Belgrano Athletic e Hindú Club en el rugby porteño, conversó con RCH acerca de su camino en el rugby y de su vínculo con el club.  

Cómo fueron sus comienzos en el rugby y la llegada a Universitario, en lo que fue el inicio de una extensa y muy amena charla: “a los seis años un primo hermano me llevó a jugar a Lawn Tennis, pero al segundo entrenamiento, jorobando con mis hermanos en mi cuarto, me quebré la clavícula al caerme de una cama cucheta y no pude ir más. Al año siguiente, cuando quise volver, mi viejo me agarró y me dijo que si quería jugar al rugby iba a ser en su club, Universitario. Mi papá Pedro, que murió el año pasado, fue uno de los pioneros de Uni, pero yo no sabía nada”.  

“Ese año –continuó- nos llevó junto a mi hermano mayor, Pedro, que tenía un año más que yo. Fue en 1976, cuando el club recién se había mudado a Ojo de Agua, el año de la muerte del gordo Ghiringhelli, que era primo hermano de mi padre. Mi abuela se llamaba Clara Ghiringhelli y era hermana del papá del gordo. Mi viejo –al que le decían Quico- no jugó con Jorge, pero sí lo hizo con Juan Carlos, el hermano menor del gordo”.  

El negro Guzmán 

Los tiempos del rugby y cómo era el juego de los hermanos Garretón: “Pedro era muy bueno, veloz y fuerte –lamentablemente también falleció-. Yo era más perro, más sencillito. Pero el rugby me gustó de entrada, lo entendí rápidamente y nunca más dejé el club”.  

“Mi gran entrenador de toda la vida fue el negro Guzmán, una síntesis perfecta del rugby, todos los días rezo por él. Fue un maestro y cada vez que hablo de él me emociono. Siempre poniendo, nunca sacando nada, siempre oculto, no buscaba el lucimiento personal. Era un tipo que lo único que quería era que nosotros estuviéramos bien. No le importaba ser importante, sólo quería ser útil. Marcó a fuego el club. Un hombre del rugby que era pura sencillez, silencio y humildad”. 

Los vínculos y cómo fue crecer en Universitario: “los amigos del club de esa época pasábamos de niños a adolescentes y de ahí a jóvenes, todos apalancados por el rugby. Era el complemento de la educación de la casa, muy dispar en algunos casos, pero dónde el deporte nos ayudaba a todos por igual”. 

El paso por Uni de Garretón no fue sobre un lecho de rosas. Es más, le tocó una etapa esquiva en títulos que contrastó con la mejor época de Tucumán en el Campeonato Argentino: “Sí, muchas veces en mi división no juntábamos quince. En Primera siempre estábamos entre los cuatro primeros, pero agarramos la cola de Lawn Tennis, la serie de Los Tarcos y la época dorada de Tucumán Rugby, que eran unos monstruos. Cuando volví de afuera faltaban algunos jugadores, jugué algunos partidos y pude disfrutar de ganar un campeonato con el club, en 2002, pero fue de acompañante más que de protagonista”. 

La obra que cambió el club 

La etapa de dirigente y un desafío importante en tiempo de economías muy complicadas: “como presidente me tocó un grupo fantástico de chicos con los que hicimos nuevo el club. Fue entre 2013 y fines de 2016, pero empezamos a trabajar un año antes. Me tocó a mí, pero pudo ser para cualquiera, estaba muy bien planteado el proyecto. El club quedó bárbaro y no sabés lo bien que funciona. Es chico, tenemos seis hectáreas y media, cinco canchas de rugby, una de hockey, pileta, gimnasio, seis vestuarios, una cantina, salón de fiestas, un quincho, quedó lindísimo. Siempre que se hacen las cosas con profesionalismo, actitud, compromiso y responsabilidad, salen bien”.  

“¡Hay que subirse a un quilombo de esos! -reflexionó Pablo-. Hubo que poner mucha plata y bancar situaciones de mucho riesgo, y la verdad salió todo bien. Fueron tres años muy duros. Lo primero que tuvimos que hacer fue sacar 60 árboles de 15 metros de alto, pero plantamos 220 más, que ya están todos crecidos. Los reforestamos y ordenamos, abrimos una calle lateral que estaba abandonada, ganamos un montón de metros de estacionamiento, pusimos orden institucional, la infraestructura se hizo toda nueva. La vida social de Universitario tiene un arco muy amplio, con chicos de una condición muy sencilla hasta tipos de los más acomodadas en Tucumán, que siempre pudieron convivir como algo muy enriquecedor”.  

¿Qué es Uni para vos?: “es una parte especial de mi vida, al igual que el rugby. Uno siempre va a ser deudor, nada de lo que haya hecho estará a la altura de lo que recibió. Las tristezas y alegrías más grandes las pasé ahí. Cuando uno tiene la oportunidad de vivir un club de rugby intensamente, en un ambiente muy familiar, nadie es extraño. Si están bien vividos, los clubes de rugby son una maravilla”. 

El mensaje y la educación de los padres, puntales en la vida de la familia Garretón: “nunca tuve problemas con nadie, tuve bastante suerte. No sufrí el Buenos Aires-Interior y me recibieron bien en todos los clubes. Mi viejo Quico me decía: hijo, no hagas nada que esté mal, que sea ponerte vos arriba de las cosas. Tal vez no te comprendan, pero actuá siempre con actitud e intención. Mi vieja era un poco más pragmática, era hija de alemanes y no tenía vueltas. Era directa: si vos hacés las cosas bien todo termina bien; si las hacés mal, terminan mal -nos decía-. Son cosas elementales que hoy cobran un gran sentido, que las agradezco mucho, como la de haber podido ir al club y haber jugado en Belgrano e Hindú” –sintetizó el ex capitán de Los Pumas-. 

El paso por Buenos Aires entre la medicina y el rugby 

El Doctor Garretón se mudó a Buenos Aires para hacer su residencia como médico con la pelota de rugby acompañándolo en sus valijas. ¿Por qué elegiste Belgrano? le preguntamos: “Era muy amigo de Georgi Allen, Chapa Branca, Perica Courreges, de todos los del CASI. Pero cuando iba a viajar a Buenos Aires había un montón de jugadores en el puesto, como el Rupa Travaglini y Tati Phelan. ¿Para qué iba a ir a molestar? Además, tenía dudas porque la residencia en el Hospital Italiano era muy exigente, especialmente en los primeros tres años. Entonces Pancho Gradin, un hermano del alma, me dijo por qué no iba a jugar a Belgrano. Estaba cerca, en Palermo, así que fui a jugar ahí, pero la verdad no tenía tiempo para entrenar. Mucho piensan que en Belgrano me fue mal, pero la verdad que no fue así, coseché un montón de amigos y además había terceras líneas de muy buen nivel”.  

“Me divertí, jugué dónde podía, en la Inter, Pre y la Primera, hasta que un día, en un partido ante Pucará estaba citado para jugar en la Superior. Pero se me complicó por una cirugía y no llegué. Me iba cambiando en el semáforo, me agarró un maratón en Plaza Italia, me disculpé con los chicos y después de unos meses dejé. El rugby me enseñó que si te afecta en tu vida no sirve, si te perturba tenés que dejarlo”.  

Pasaron tres años sin jugar y en el quinto año llegó a ser Jefe de Residencia. Tenía más tiempo los fines de semana y podía elegir las guardias: “ahí aparecieron Tito Fernández y el negro Fernández Miranda. A Dolores, mi mujer, un fin de semana la invitaron a Don Torcuato y al volver me dijo: ¡Mirá, no sé qué vas a hacer vos, pero el fin de semana vuelvo a Hindú! Imaginate, los conocía a todos de los seleccionados, así que fui a jugar y en el ‘96 ganamos todo. En Lawn Tennis, jugamos un fin de semana, un campeonato de tiempo reducido con 32 equipos, y la final se la ganamos a Universitario. Los cargaba a los chicos y me querían matar. Después obtuvimos el torneo de la URBA y el Nacional de Clubes. Es lo que siempre les digo a los de Hindú, a los Fernández Miranda, los Pulido, los Amaya: ¡tuve que venir yo para que salgan campeones! A Manasa lo vuelvo loco, lo jorobo siempre”.  

“Hindú es el espíritu del rugby amateur. Tito nos mandaba los domingos a entrenar las divisiones juveniles, en mi casa me querían matar porque no estaba nunca entre la residencia y el rugby. Pero fue una experiencia enriquecedora. Hasta el día de hoy son amigos entrañables, nos seguimos llamando y nos vemos cuando podemos, fue algo fantástico”.  

Los amigos del alma 

Panchito Gradin recordó el paso de Garretón por Belgrano con dos entrañables anécdotas: “Pablo vino a Buenos Aires para hacer la residencia y papá (Lucho) lo ayudó para entrar en el Italiano. Yo me hice muy amigo a pesar que era más chico y tengo dos recuerdos de él que no tienen que ver con el rugby. El primero fue al regreso de un viaje a Brasil, con una terrible infección en el pie. Me dijo que fuera al Italiano porque tenía los ganglios inflamados y fiebre. Cuando llegué y me vio, tenía el pie hinchado desde la punta del dedo gordo hasta casi la rodilla. Me revisó y me dijo que me había entrado un bicho típico de Brasil. Tenía una infección adentro que se me caía el pie. Entonces agarró un cepillo de alambre y me dijo: te va a doler, pero se te va a ir la infección. Me cepillaba el tobillo y lo metía en un balde con alcohol. Casi me desmallo, el pie estaba en carne viva. Tirado desde la camilla lo puteaba, pero me lo curó”. 

“El otro fue cuando Pablo se vino corriendo desde Tucumán, por el Hospital. Había un puesto base para comunicarse y saber por dónde iba. El corría en dos turnos, así que llamaba y cuando sabía por dónde estaba agarraba el auto y me iba para allá. Lo acompañé varias veces y corrí con él –hacía 10 kilómetros a la mañana y 15 a la tarde-. Debo haber hecho como 600 kilómetros con Pablo. Un monstruo, Manasa y Nico también lo acompañaron varias veces”. 

Manasa Fernández Miranda está con Los Pumas en Australia. Sin embargo, se tomó un tiempo para dejar unas palabras sobre el paso de Garretón por Hindú: “Pablo es un grande, un tipo que dejaba la vida cuando entraba a la cancha. Recuerdo una vez que jugamos un partido de pretemporada ante Universitario, en un torneo muy lindo que se jugaba en Tucumán, se infiltró para poder jugar. Estaba en todos los detalles, un tipo concentrado, serio, duro y sobre todo muy divertido, además de muy buen amigo. Lo quiero mucho, nos ayudó por toda su entrega en nuestra formación y crecimiento. Con la simpleza de sus actos nos marcaba, especialmente, en dar todo por una causa. Quiero mucho a su familia, el año pasado compartí unos días con su hijo en Nueva Zelanda y espero que esta relación siga por mucho tiempo”.          

Capitán de Los Pumas  

En 1987 llegó la primera convocatoria a Los Pumas y la anécdota en la que lo confundieron con un periodista. Así lo contó risueñamente, el que fuera después el primer capitán que no era de Buenos Aires: “estaban el gordo Bonadeo, Pablito Mamone y el negro Coccia. Yo estaba sentadito ahí, mirando a Porta, Loffreda, Branca, Iachetti. Y pensaba: ¡qué hago acá entre medio de estos tipos! En un momento el cabezón O’Reilly se paró y dio por terminado el entrenamiento. Se empezaron a ir los periodistas y yo me quedé sentado en un rincón. Michingo se acercó, me puso la mano en el hombro y me dijo: “ahora vamos a hablar con los jugadores, si los periodistas después quieren hablar con alguno tienen que esperar afuera” Entonces le dije: soy Garretón, de Tucumán. ¡Ahh…..! Disculpá -me respondió-. ¡No tenía la menor idea de quien era yo! Después con Michingo tuve la mejor. Fue un tipo muy especial en mi vida y la verdad lo extraño mucho. El cabezón fue un genio como persona, una síntesis perfecta de lo que es el rugby”.      

¿Cómo fue estar en Los Pumas? “Las oportunidades hay que aprovecharlas, o al menos, estar bien preparados para cuando llegan. Me entrené mucho, si llegaba la chance estaba bien preparado. Y llegó, estuve muchos años hasta que tuve que dejar por mi profesión”. 

¿Y la capitanía? “En realidad los que estaban con más posibilidades eran Diego Cash y Diego Cuesta Silva. Yo era más chico que ellos. Y la verdad que los dos demostraron toda su grandeza humana. Fueron los primeros soldados, siempre al servicio de lo que hiciera falta para el equipo, tanto hacia el entrenador como al capitán. Podrían haber sido ellos tranquilamente”. 

¿Para terminar Pablo, cuáles fueron los recuerdos más fuertes que te dejó el rugby? “En mi club, jugar por primera vez a los 17 años. Monolete Galindo me puso y la verdad que tenía un miedo…. Cuando me llamó y me dijo: ¡vas jugar en la Primera! me temblaron las piernas, aunque la verdad me mataba entrenando”.  

“En el seleccionado tucumano el primer Campeonato Argentino, en la cancha de San Martín, ante Buenos Aires. En Los Pumas hubo varios. El partido del debut, contra España, en Mar del Plata. Recuerdo que fui con mis botines destrozados, porque no llegué a comprarme otros antes de viajar y me habían dicho que Adidas nos iba a dar uno nuevos allá. Pero no nos dieron nada. Salí a buscarlos en Mar del Plata y no los encontré, imaginate en el año ’87 no era fácil encontrar botines de rugby. Entonces un cordobés, Javier Caminotti, me prestó los suyos que eran de una marca llamada Patricks, y me quedaban dos números más grandes. Así que me puse algodón en las puntas y jugué con esos. También me acuerdo de los choques ante Australia y Francia, en Vélez, el partido ante Inglaterra, jugar contra Nueva Zelanda y ser capitán en la Copa del Mundo. Sería muy cretino si dijera un momento en especial, todos fueron muy buenos”     

El poder de los formadores                        

Con cerca de cuatro décadas vistiendo los colores azul y gris, Diego Mas es otro de los valores que surgieron del riñón de la Serpiente, y que a través del paso de los años no perdió el sentimiento por su club. Diego hizo un repaso de varios temas, detalles y anécdotas de su vida en Universitario.   

-¿Cómo fue tu vínculo con Uni, cuando arrancaste y cuánto tiempo jugaste? 

-Comenzó a los 5 años, cuando me llevó por primera vez mi tío Chicho Rovira, una gloria del Uni multicampeón de los ’70. Jugué infantiles y juveniles completos y subí al plantel superior en el año 1998, cuando tenía 18 años. Estuve en Primera hasta fines del 2012, cuando cumplí 34, fueron casi 30 años adentro de una cancha y hoy con 42 sigo jugando en los Classic del club, Los Pumas y el seleccionado, además de algún partido en la PRE!! Nunca voy a poder suplantar al rugby como deporte.  

-¿Quiénes fueron tus formadores en el camino para llegar a Primera? 

-Mi primer entrenador fui mi suegro, Francisco Veglia, otra gloria de los ’70. Todos mis formadores me dejaron mucho sobre todo los valores del rugby, me educaron y enseñaron el camino de la lucha, el sacrificio, la entrega y dar el máximo por mis compañeros y club. Algunos me entrenaron, otros no, pero todos me enseñaron por igual: Franco Veglia, Piru Ousset, Perico Flores, Chizo Argañaraz, Lalo Roldán, Bocha y Bochita Roldán, Carlos Elías, Lucho Falivene, Ricky Ríos, Fredy del Pero, Huevo Hourcade, Perico Merlo, Oscar Prado, Máximo Peralta, Juan Miniacci, Pilin Pérez, Raúl y Raulito Ternavasio, Gato Honorato, Christian Mas, Emilio Valdez, Sergio Wilde, Fer Erimbaue, Juan Cruz, Cacho Valdez, Pity Arregui, Juan Carlos Rodríguez, León Rodríguez, Oscar Merlini. Seguro me olvido varios, pero de todos aprendí tanto lo bueno como lo malo y creo que de eso se trata: aprender, escuchar, valorar el tiempo que los formadores nos dedicaron. La verdad, un trabajo titánico que todos los clubes lo tienen: “estar al servicio sin pedir nada a cambio” es lo que hace maravilloso este deporte. 

-En el título de 2009 igualaron a Tucumán RC en campeonatos logrados. ¿Qué significó para ustedes y cómo se festejó el de 2010, cuando quedaron solos como los más ganadores? 

-En lo personal nunca me importó el tema de la cantidad de campeonatos, siempre me importaba alcanzar la gloria, aunque sea en el Iniciación o el Nacional de Clubes. Del ‘97 al 2012 (16 temporadas) ganamos diez Iniciaciones, siete Anuales Regionales, seis sub campeonatos anuales, cuatro semifinales de Nacional de Clubes y dos finales del Torneo del Interior. Fueron años muy intensos donde éramos el equipo a vencer, entonces debíamos entregar el doble para mantenernos arriba. El 2009 fue magnífico, compartiendo título con Lawn Tennis, nosotros invictos la primera rueda y ellos la segunda (tenían un equipazo). Le ganamos a Tarcos en la última jugada y ese try nos dio el bonus y el campeonato, pero nunca pensé en la cantidad de títulos, sólo en la gloria y el sacrificio de años jugando. En 2010 hubo una renovación y asentamiento importante de los más chicos. Ganamos cómodamente y fue mi último campeonato, ya con mi hijo en brazos dando la vuelta con 32 años, no lo podía creer. Recordaba el primero, con 18 años y egresando de 5° año y este último, ya con mi familia formada (después nacieron mis otros dos hijos). Pensaba en todos esos años de luchar y sacrificarme, tanto yo, como el equipo y el club, para estar lo más alto posible. Queríamos la GLORIA y eso siempre a Universitario le genera un plus.  

-¿Por qué Uni es el más ganador de Tucumán? ¿Qué aspectos podés destacar de los últimos años? 

-Universitario es un club fundador que tiene 76 años de antigüedad, sus títulos fueron nueve (entre fines de los ‘60 y la década del ‘70) y siete entre fines de los noventa y la década del 2000. Los otros fueron repartidos, pero tuvimos 21 años sin gloria, creo que fue porque en el ‘76 nos mudamos de una punta a la otra de la ciudad, y el 85% de los socios dejó el club. Lo refundaron realmente, un trabajo tremendo de los que se quedaron hasta que sus hijos (nosotros) arranquemos de nuevo con los títulos. Y eso se debe a mucha perseverancia, sacrificio, unión, valores, compromiso y sentido de pertenencia. Eso es ser de Uni, una Serpiente a morir, que deja la vida en la cancha y los rivales saben que para ganarle tenés que jugar hasta el final, porque nunca jamás nos damos por vencidos. Pero, sin embargo, las copas no me dicen nada, sí la historia y las personas. Imaginate, tuvimos el primer capitán del interior de Los Pumas con 21 años (Garretón) y el Head Coach de Los Pumas cuartos en el mundial de 2015 (Hourcade), personas que nos brindó el deporte preparadas para cualquier escenario.  

-¿Quiénes fueron tus referentes y de quiénes aprendiste más?  

-Desde chico iba a ver la Primera y soñaba con jugar algún día y salir campeón. Estuvimos 21 años sin lograr títulos y ganamos en el ‘97 y ’98, justo cuando mi camada subió y hasta el día de hoy no lo puedo creer. Referentes eran todos los que veía los domingos, año a año. Pero fueron tres los modelos del club: Daniel García, en mi puesto, con el que compartí cuatro años y gané los títulos de 1998 y 2002, Christian Mas y Pablo Garretón. Tuve la suerte jugar con los tres y salir campeón. A nivel seleccionado, Ricardo Sauze y Tristán Molinuevo: con Ricardo jugué en contra y con Tristán fuimos rivales y compañeros durante 15 años. De ellos aprendí el juego de 10, ya lo mío era más físico y parecido a un tercera línea.  

De los entrenadores, Gabriel “el Mocho” Palau, que era de Natación. Fue mi entrenador en el seleccionado tucumano, una persona maravillosa que veía el juego como yo, con mucho amor, sacrificio, coraje, corazón y compañerismo, realmente me marcó mucho. Y el número uno, lejos en cuanto al juego puntual, fue Daniel “Huevo” Hourcade, que me enseñó el porqué de cada movimiento, los sectores de la cancha y los momentos del partido, basados en los fundamentos de la toma de decisiones de un número 10. Daniel fue y será un adelantado, apasionado por el juego en todo aspecto, un excelente tipo que era íntimo amigo de mi tío Chicho. El Huevo cambió el juego de Universitario, nos enseñó a entrenar y a jugar para competir con los mejores. Fue a partir de su modelo que pudimos subir un escalón a nivel nacional, un verdadero crack. 

-¿Recordá algún partido especial o título de Uni, que te marcó como el más importante?  

-Hubo tres imborrables en la historia de Universitario, sobre todo, por la calidad del rival. Final Anual Regional 2005, vs. Los Tarcos. Llegamos ambos invictos y ellos eran los campeones defensores, tenían un gran pack con el 90% de las pelotas, creo que fue el partido que más tackleamos en nuestra vida. Eran amplios favoritos, pero fuimos más efectivos los últimos 10 minutos, en los que jugamos con uno menos por amarilla a Galindo y ganamos 10-9. Hasta el día de hoy no sé cómo ganamos, se desató una locura tremenda y quizás al dar todo por perdido sacamos ese plus y pudimos llegar a la gloria.  

En 2007 jugábamos vs. Hindú, en Buenos Aires, por el Nacional de Clubes. Debíamos ganar con punto bonus y esperar que Newman superara a Tala, de visitante, algo casi imposible. Recuerdo que llegamos y todos estaban muy relajados, como diciendo ganarle a Hindú es imposible y hacerle cuatro tries, menos. Yo era el capitán y en el camino a Don Torcuato les dije a los muchachos que: ¡íbamos a ganar y para que ellos nos ganen tendrían que tirarnos un tiro! Jugamos el mejor partido del año, ganamos 29-19, hicimos cuatro tries y Newman ganó de visitante. Clasificamos a cuartos de final, superamos al CASI en la Catedral y perdimos en semifinales ante La Plata, en nuestra cancha.  

Y el último fue ante Tucumán Rugby, por el Anual Regional 2006, en nuestra cancha. Ganaban ellos, 15-10, y en la última jugada pidieron palos para que no sumemos el bonus. Estábamos con uno menos, el pateador erró el penal y la pelota no salió por la línea de in-goal. Nuestro fullback saltó y la trajo antes que se fuera, y de ahí nos largamos a jugar. Fueron 18 fases, cinco minutos de posesión, metimos el try con la conversión y ganamos 17-15. Según Cacho Valdez fue el mejor try de la historia de Universitario, por el momento, la situación, el rival y nuestro instinto de supervivencia. Fue superlativo y reamente emocionante de tan sólo volver a recordar esos tres momentos. 

-¿Si tenés que mencionar a alguien indispensable en tu vida dentro del rugby a quien nombrarías? 

-A uno de mis mejores amigos, compañero desde los 5 hasta los 35 años. Jugamos en infantiles, juveniles, plantel superior y 16 años en el seleccionado. Compartimos una vida entera dentro y afuera de la cancha. De los tres mejores jugadores de la historia de Universitario: DIEGO TERNAVASIO, Gabriel Palau y Huevo Hourcade. 

-¿Cómo ves Uni en la actualidad y al rugby tucumano? 

-Universitario es el club tucumano que más creció en infraestructura en los últimos 20 años. Modifícanos la sede principal y ahora estamos en proceso de un anexo. Obviamente, el crecimiento tan fuerte trae consecuencias que se ven reflejadas en lo social y en lo deportivo. Siendo un club muy amateur los dirigentes tratan de dar lo mejor de sí, pero lamentablemente muchas veces no alcanza, porque por cuidar una cosa descuidamos otra. Y la más importante es la parte humana. Así me crié y así seguirán mis tres hijos varones, a full con sus sueños. 

Pero eso se está perdiendo en todos los clubes, por darle más importancia a la parte edilicia o al juego en sí. El rugby es muy fácil y más para los que jugamos muchos años, pero nosotros mismos lo hacemos difícil, tanto a nivel clubes o Unión. Veo una lucha de poder por algo que debería caminar sólo, si el rugby es amor y amistad deberían todos estar unidos y sincronizados en cuanto a enseñanzas, principios y valores. Dejar de crear conflictos o intereses políticos que no llevan a ningún lado. Buscar lo mejor para el rugby nacional e ir tras ese objetivo. Hoy veo todo nublado, cada club cuida su quinta, al igual que cada Unión o la Unión madre. Es imposible crecer si nos aferramos a la idea ya instalada del amateurismo/profesionalismo. Adecuarse a los cambios y así como cada club tiene un modelo a seguir, cada unión y la UAR deberían ser iguales. Trabajar conjuntamente, jugadores, entrenadores y dirigentes. Se debería valorar y trabajar mucho más en el arbitraje, porque los árbitros son fundamentales en nuestro juego y lo único que reciben son insultos todos los sábados. 

Garretón y Mas. Mas y Garretón. Dos historias entrelazadas por un mismo final: el club por sobre todas las cosas. La frase que Cacho Valdez sintetizó en la primera entrega. Figuras como el nombre del negro Guzmán, un símbolo, que el Huevo Hourcade y tantos otros mencionaron en su formación, el que nunca salía en la foto. “Estar al servicio sin pedir nada a cambio”. La fórmula que utilizó Universitario para ser un vehículo más en la formación de las personas. En la que estas historias no hicieron más que demostrarlo.     




Fotógrafo: Gentileza de Universitario RC, Esteban Valdez, La Gaceta, Christian Mas, Marcelo Valde, Walter Haar

Fuente: Hernando De Cillia - Producción: Alejandra Krickeberg

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