Tucumán

Universitario, el “Rey de Copas” del rugby tucumano

Universitario, el “Rey de Copas” del rugby tucumano

Así como en la década del setenta Independiente entraba a la cancha inflando el pecho como el más ganador de América, en Universitario se lo golpean con orgullo cuando se presentan como los más ganadores de Tucumán, gracias a los 24 títulos conseguidos en su historia.

“El Rey de Copas” como se hacen llamar, es un club con una historia tan rica que fueron varios los estados por los que debió pasar en un camino que se inició allá por la década del ’40. Hoy, en Ojo de Agua, lucen pujantes y con muchos desafíos por seguir, mientras todavía guardan frescos los recuerdos del último título conseguido en 2019.   

 

Comenzaron llamándose Círculo Universitario de Deportes. No tenían predio y utilizaron el Departamento de Educación Física, la antigua sede de Natación y Gimnasia. Pero como el estatuto decía que sólo podían jugar universitarios, compraron con gran esfuerzo los terrenos de Ojo de Agua para darle nueva vida e identidad al club.       

 

Un camino dedicado al rugby 

 

Carlos “Cacho” Valdez” es uno de los grandes personajes del rugby tucumano, con el que alguna vez hay que tomarse el tiempo para hablar de rugby y de las cosas del día a día. Un hombre que dedicó gran parte de su vida al deporte y que con sus lúcidos 87 años pareciera el espejo del Flaco Menotti, por la claridad conceptual de su análisis y el don de su palabra. O también del Loco Bielsa, por sus respuestas sin filtro, dónde se priorizan los principios por sobre el fin, y en dónde los resultados no se consiguen a cualquier precio.  

 

El pretexto para conocer a Cacho fue Universitario, porque como él dijo: “el club está por encima de cualquier nombre”. La historia detrás de la historia y cómo fue su vínculo con Uni, en el comienzo de lo que fue una extensa charla que así arrancó: “empecé a jugar a los 13 años, llevo más de 70 años con el rugby” 

 

La fecha de fundación de Universitario reza el 21 de septiembre de 1943, aunque Cacho dijo que el club se fundó mucho antes: “la Universidad Nacional de Tucumán decidió darle importancia a la práctica deportiva en general. Entre ellos apareció el rugby, pero un poco después que lo universitario, ya que les interesaban todo tipo de disciplinas y juegos de ciencia como el ajedrez”.  

 

Valdez es ingeniero e ingresó a la facultad en 1951, cuando ya existía el club que denominaron Círculo Universitario de Tucumán: “había deportes de toda índole como la natación y la esgrima, pero el cambio llegó cuando la gente empezó a necesitarse y aparecieron los deportes colectivos como el básquet, fútbol y finalmente el rugby. Lo que sí te aseguro –afirmó- que hace 77 años y en un aula de dibujo de la Universidad, se fundó el Club Universitario de Rugby. Varias personas, entre ellos muchos profesores míos, mientras dibujaban y charlaban se plantearon fundarlo”.   

 

Las primeras épocas y cómo se jugaba fueron parte de un relato detallado de Cacho: “el rugby era un poco rústico por aquellos tiempos y el juego poco agradable desde el punto de vista estético. Mucha fuerza, ganas de correr, en el line se mataban a golpes e iban al choque. Los destacados en Tucumán eran los que habíamos hechos otros deportes. En el club había mucho atletismo, fútbol y básquet, además de tener un muy buen equipo de natación. Les dábamos mucha importancia a los equipos de conjunto”.  

 

Universitario obtuvo un tricampeonato en 1958, 1959 y 1960. En la década de sesenta logró cuatro, 1963, ‘65, ‘67 y ‘68 y en los setenta se llevó cinco consecutivos, entre 1970 y 1974, además del de 1976. La elección de los colores fue una adaptación de los grandes equipos europeos. ¿Recordás el origen, Cacho? “¡Por supuesto! La primera camiseta era igual a la de Escocia, toda azul, con cuello, medias y pantalones blancos. En el año ’50 los muchachos ya la usaban. Después la cambiamos por azul y gris a rayas horizontales, para facilitar la tarea de los árbitros”.  

 

Cuando hablamos de la mejor época, Valdez no dudó en destacar, en primer lugar, las bases de este deporte: “si me decís en lo personal fue cuando entrené niños, después de estar en la Primera, el seleccionado tucumano y haber jugado, pero eso tiene una explicación paternal, por haber entrenado a mis hijos y a todos los que llegaron a Primera, que fueron padres y después abuelos”.  

“En lo deportivo –continuó- creo que los mejores equipos de Universitario estuvieron en los sesenta y setenta, dónde se jugó un muy buen rugby. Ahí empezamos a hacer jugadas y a darle otro movimiento a la pelota, a encontrar un estilo. Por ejemplo, a nosotros no nos gustaba tanto el invento tucumano, el famoso “meta maul Tucumán”. Un volante que no fuera fijo, de empuje. Que fuera girando y avanzando para separar a la defensa contraria, para en un momento determinado, cambiar la dirección del juego, tener otras opciones y que los tres cuartos se pudieran mover con mayor libertad y otras alternativas. Cuando vos no ves que la pelota vuela, que se mueve, el valor estético que tiene el juego se pierde”. 

 

¿Cacho, porqué considerás a Uni como el más grande de Tucumán?: “porque jugamos un buen rugby y tuvimos gente muy apegada al deporte. Porque estuvieron en nuestra historia grandes entrenadores, aquellos que llamo “los necesarios” los que nunca salieron en El Gráfico, en los diarios de Buenos Aires o Tucumán. Son los que les enseñaron a los Garretón o al Cheto Santamarina, pero no los conoce nadie. Son las personas que fueron básicas en los clubes y que hicieron que los chicos se entusiasmaran para practicar el deporte. Nadie se acuerda de ellos, pero para mí fueron los más importantes y trascendentes, sino no hubiera existido el club”.          

 

Papuchi y Saturnino 

 

Cacho Valdez tuvo en el rugby dos personas con las que más se identificó, amigos hasta sus últimos días. Así los recordó: “Papuchi Guastella fue mi amigo desde el año ’50. Lo conocí cuando íbamos al colegio, era un poco mayor que yo, un tipo extraordinario. Junto con Saturnino Racimo, de GEBA, fueron los grandes amigos que me dejó el rugby, amigos del alma. Estuve en los últimos minutos de vida de los dos”. 

 

¿Cómo eran ellos?: “Papuchi tenía la gran virtud de conocer a todos los jugadores que había en la Argentina. Era increíble lo que este tipo conocía. No sólo los tenía por nombre, apellido y apodos, sino por sus condiciones técnicas. Era un estudioso y enamorado de esas cosas. Muy bueno, honrado, decente y calificado, de esas personas excepcionales. Saturnino hizo conmigo una relación muy particular. En un momento determinado me preguntó: ¿Cacho, porqué ustedes tienen esa camiseta tan fea en el seleccionado? Nosotros usábamos una de color marrón terroso cuando yo jugaba. Y me dijo: ¡dejate de joder! Fue el primero que nos regaló un juego de camisetas de color naranja para Tucumán, que las estrenamos cuando nos visitó el combinado de Oxford & Cambridge”. 

 

Aquellos grandes nombres 

 

Universitario tuvo grandes jugadores a través de su historia. Uno de ellos fue Jorge Ghiringhelli, el primer tucumano convocado a un seleccionado en 1966 para la gira que los Gazelles hicieron por la Argentina. Jorge integró junto a su hermano Juan Carlos y Julio Paz –de Tucumán Rugby- el equipo de la Unión de Rugby del Norte que el 31 de agosto cayó por 80-3 ante los sudafricanos. Los nombres que también entraron en la historia del rugby tucumano fueron: C. Ponce, N. Antoni, R. Ternavasio, J. Villafañe, G Casanova, E. Burgos, J. Frías Silva, H. Roldán, J. Lomáscolo, F. Poujada y R. Roldán. Ponce convirtió el único penal tucumano. 

 

Tres días después integró el seleccionado de Provincias Argentinas que perdió en Gimnasia y Esgrima ante los Gazelles, 28-0, en la sede de Jorge Newbery. Aquel equipo formó con otros apellidos que también dejaron una huella en el rugby nacional: J. Seaton, G. Beverino, E. Quetglas, J. Benzi, L. Rodríguez, J. Caballero, C. Cristi, J. Imhoff, M. Chesta, J. Paz, M. Bouza, E. Cornella, J. Ghiringhelli, R. Seaton, G. Ríbecca.  

 

Cuando le preguntamos a Cacho quién fue Ghiringhelli, nos dijo: “fue como un hijo para mí. Era un crack y tenía un físico privilegiado. Jugaba muy bien al básquet y estaba en el equipo campeón de Tucumán. Muy buena gente, Jorge era menor que Juan Carlos, pero fue el capitán del seleccionado tucumano. Un tipo muy querido, uno de esos jugadores que tenía la virtud de hacer las cosas fáciles. Jugaba de ocho, en medio de un quilombo salía y le ponía la pelota en la mano al medio scrum, no rifaba ninguna, era muy agradable como persona y muy fuerte. Jamás hizo algo fuera de lugar. Fue un hijo más”. 

 

“A Lucio de Chazal se lo recomendé a Papuchi, era un jugador recio y fuerte. Leopoldo también se destacó por su fortaleza. Garretón era un crack. Uno de los atletas más admirados de Tucumán. Pablo es una persona muy particular. Un médico muy bueno, un cirujano muy tenido en cuenta a nivel interprovincial, gran jugador, capitán y presidente del club. Tiene valores que trascendieron lo común”. 

 

¿Qué es Universitario para vos, Cacho?: “es el mejor club que conocí. Siempre me trataron bien en todos los lugares que concurrí. Pero Uni es mi club, lo quiero un montón. Sigo siendo socio, pago mi cuota regularmente, no me gusta ir gratis, y soy fundamentalmente amateur. Se que ahora hay otras necesidades, porque cuando vas creciendo como club te ves obligado por otras cosas, como los sponsors. Y ahí vienen las respuestas mal entendidas con las cuáles no estoy de acuerdo”. 

 

¿Cómo querés que se recuerde a Cacho Valdez en el futuro?: “como habrás visto soy un tipo muy franco. Nunca me gustó salir en la foto, no me interesa. Nunca me lo puse a pensar. Pude ser un buen jugador, entrenador, presidente, deportista, atleta, ingeniero, persona, pero nada extraordinario. Hasta ahí llego, no soy ningún fenómeno, sólo un tipo normal”.  

 

Manolo Galindo, otro ícono en la historia de Universitario 

 

Manolete, como le dice su hijo Álvaro Galindo, es otro de los grandes referentes del club. Con 50 años ligados a la institución, fue jugador, entrenador y dirigente, hasta llegar de la mano de Cacho Castillo a la UAR, para trabajar en el Alto Rendimiento. De una memoria prodigiosa fue otro de los elegidos para rememorar los momentos inolvidables del club más ganador de Tucumán. 

 

¿Cómo fue tu historia con Universitario?: “empecé a jugar en la Quinta División en el año ’65, toda una vida. Me llevó un amigo de mi hermano. Mi primer entrenador fue González y al año siguiente ya estaba en la Cuarta, con el negro Guzmán. Yo jugaba con un año menos, porque en ese tiempo la categoría duraba dos años. Jugué los dos y fui capitán en el equipo del negro, con el que salimos campeones en el ’67. Después pasé a la Primera con 17 años”.  

 

Del ’70 al ’74 obtuvieron cinco títulos seguidos y después de la muerte del gordo Ghiringhelli, en el año ’76, lo eligieron como capitán. ¿Qué recordás de esa serie de títulos?: “llegué en 1965, el año que Uni salió campeón invicto. Era una camada extraordinaria que subió de la Cuarta en el año ’64, jugaban Raúl Ternavasio, Claudio Maxud, el gordo Ghiringhelli, el negro Alberti, un equipo que subió entero y ganó invicto el título del ‘65”. 

  

“En el ’66 el campeón fue Los Tarcos –continuó el pormenorizado repaso- y al año siguiente volvimos a ganar nosotros. A partir del ’69 formé parte del plantel que después ganó los cinco títulos consecutivos. Antes no subí a Primera porque el negro Guzmán no quería que los más chicos jugaran, nos cuidaba, a mí, a Maqueta Cissint y mi primo Orlando. El único que lo desobedeció –risas- fue Ricardo Falú, que fue a jugar a la Primera y era el pateador”. 

 

¿Manolo, qué podés destacar de aquellos títulos? “de aquel equipo que logró los cinco títulos seguidos me acuerdo que copiamos la bajadita al SIC, en el scrum. Teníamos primeras líneas que sabían cómo hacerla. Oscar Merlini, el oso, hookeaba con la cabeza y formábamos tan bajo que lo ganábamos siempre, algo impensado para nosotros que estábamos acostumbrados a perderlo. Jugábamos muy bien al rugby, siempre nos gustó el juego abierto. Universitario siempre fue leal al juego, por eso salen tantos y tan buenos partidos contra Tucumán Rugby en todas las divisiones, porque ellos también son leales al juego, es una cuestión de cultura dentro de los clubes”. 

 

La memoria de Galindo no necesitó pruebas. Cuando le preguntamos si se acordaba de ese equipo lo recitó con una precisión admirable: “teníamos muy buenos jugadores en todas las líneas, era un muy buen equipo. ¿Te acordás como formaban, Manolo? ¡Claro! Te lo puedo decir de memoria: Maxsud, Roldán y Gasparré; Alberti y Roldán; Franco Veglia, el gordo Ghiringhelli y yo; el loco Ghiringhelli –después pasó Veglia de medio scrum y entró Miguel Miky Tortosa. Otro tercera línea famoso de esa época era Georgi Greco y de medio apertura estuvieron Piru Ousset, Humberto Neme y Nacho Barbero, que vino de Cardenales; los insiders fueron Tito Guerrero y Raúl Ternavasio, que era el mejor, un verdadero crack, un jugador imprevisible; los wingers, Maqueta Cissint, Orlando “el flaco” Galindo y Giménez, que era fuertísimo, espectacular. De fullback estaban Carozo Ternavasio, Loquillo Vega y también Orlando. Teníamos un plantel espectacular”. 

 

Entre las anécdotas de esos años hubo una final que quedó grabada en la cabeza de Manolo. La rememoró como si no hubiera pasado el tiempo: “recuerdo una final de la década del ’70 que jugamos bajo la lluvia. En esa época llegábamos cuatro clubes que jugábamos en una rueda para definir el título. El último partido fue contra Los Tarcos en la cancha de Lawn Tennis. Empezaron ganado ellos, después lo dimos vuelta con un try de toda la cancha de Miky Tortosa y cerca del final se desató un diluvio. La gente no se iba por cómo estaba el partido. En la última jugada el árbitro Malmierca dio un penal para ellos cerca de los palos. Lo tomó el pateador, Marcelo Soler y yo estaba debajo de los palos, arrodillado y rezando. Pateó Soler y de pronto vi que la pelota estaba delante de mí, dentro del in-goal, había pegado en el travesaño, en un palo, picó en el agua y llegó a mis manos. La agarré, la besé y se la mostraba a Malmierca, que era yo el que la tenía. El partido terminó, fue increíble cómo le ganamos a Tarcos”.  

 

La muerte del Gordo y 21 años sin títulos 

 

Universitario fue un club que a través de la historia intentó jugar buen rugby. ¿Porque Manolo?: “desde chico nos enseñaron a pasar la pelota, jugarla y buscar el apoyo del compañero. Obviamente que las habilidades eran muy distintas a la de los chicos de hoy, a veces ni llegábamos al cuarto pase, al tercero era knock-on”. 

¿Las décadas del sesenta y setenta fueron las mejores?: “Sí, porque después de la muerte de Ghiringhelli, en 1976, estuvimos 21 años sin salir campeones. Nosotros nos habíamos trasladado a Ojo de Agua, la nueva sede y la muerte del Gordo fue muy fuerte para el club y para nosotros, los compañeros”. 

 

“El día de la muerte del gordo jugábamos en cancha de los Los Tarcos, como visitantes. Era un 1° de agosto, día del niño. Yo era su protegido y ese día Cacho Valdez le dijo que iba a jugar de segunda línea, puesto que odiaba, porque él era octavo. “Manolo va a ser el ocho, con Tortosa y Greco o Cosentino, en la tercera” –nos dijo Cacho-. El día del partido era la hora de cambiarse y el gordo, que era el capitán, no aparecía. Cuando íbamos camino al vestuario lo vimos venir con el hijo y su mujer –se reía y dijo que había comido mucho-.  

Jugamos el partido y en el segundo tiempo el Gordo se empezó a sentir mal, entonces pasé de segunda línea y quedamos con uno menos. Ese día no jugaba Franco Veglia, que era médico. Jorge salió de la cancha y faltando diez minutos regresó. Cuando entró le dije que yo seguía de segunda, pero él me contestó: “No, déjame a mí, yo sigo ahí”. Esos últimos cinco minutos Tarcos nos masacró en el scrum y el Gordo hizo fuerza como loco. Terminamos ganado, por uno o dos puntos. Cuando nos fuimos a bañar, el Gordo estaba blanco papel. Lo fueron buscar a Franco, que cuando lo vio llamó a un cardiólogo de apellido Miguel. Lo vistieron y se lo llevaron a una clínica. Mientras estábamos en el tercer tiempo recibimos el llamado de Veglia, que el Gordo había fallecido por un infarto masivo”.  

 

“Eso fue lo más fuerte que nos pasó en el club, fue muy duro –contó Galindo-. Como el Gordo era un tipo muy querido, ese fin de año varios del plantel dejaron de jugar. El recambio costó muchísimo y tardamos 21 años para poder volver a festejar”. 

 

¿El Gordo fue el jugador más representativo de Universitario?: “No, Pablo Garretón lo superó. El gordo fue el primero en ir a un combinado nacional, en Provincias Argentinas, y también jugó en un Seleccionado B dónde lo pusieron de pilar a pesar que era ocho. Era un muy buen jugador, un exquisito, era el emblema del club hasta que apareció Pablo, que después llegó a capitán de Los Pumas. En su época de jugador era mi protegido. Lo llevé a Primera con 19 años, lo hice saltar de Cuarta a Primera y de ahí al Seleccionado. Jugó en el primer Campeonato Argentino de Tucumán en reemplazo del Cheto Santamarina. Nosotros nos decidimos por él a pesar que le quedaba un año más en M19, con 18 lo pusimos junto al gordo Le Fort”.       

 

Para finalizar, Manolo contó de dónde provienen los apodos de Universitario. ¿Porque les dicen la Serpiente?: “Nos puso el Pescao Ricci, porque decía que éramos muy venenosos y cerrados. En cambio, nosotros a ellos -Los Tarcos- les decimos los bosteros”. Y sobre “El Rey de Copas” que nos podés decir: “somos los que más campeonatos tenemos, pero la diferencia con Tucumán Rugby la sacamos en los últimos años. Tenemos un orgullo muy grande, porque acá dicen que para ganarle a Universitario tenés que jugar hasta la última pelota, te muerden los talones hasta el final. Somos un equipo que no especula”. 

 

De Universitario y Los Pumas 

 

Hablar del Huevo Hourcade es hablar de uno de los entrenadores que dejaron un sello en el seleccionado nacional, por su paso reciente y el cuarto puesto en la RWC 2015. Hoy en Sudamérica Rugby, se tomó un tiempo para hablar del club que lo formó y de cómo fueron sus inicios, Lo hizo con su acostumbrada pasión: “llegué en 1968 con un grupo de compañeros del colegio. Desde el primer día quedé enamorado, porque me atrapó algo que nos identificaba, juntarnos con un grupo de amigos para jugar al rugby. El club físicamente no estaba dónde está hoy, entrenábamos los sábados en la escuela de educación física de la Universidad y jugábamos los domingos, en sexta división”.  

Entre sus formadores Hourcade recordó a uno de los grandes jugadores que tuvo el club: “tuve formadores espectaculares. Uno de los primeros fue el gordo Ghiringhelli, gran personaje y un gran capitán, que falleció muy joven, a los 29 años después de un partido de rugby. Era el referente, el ídolo del club, uno de los primeros que me entrenó y dejó marcado. También estuvieron en esa primera etapa Guerrero -ahora en Neuquén- y Rodríguez, que todavía está en el club, muy importantes en mi formación”. 

 

Los asados de los viernes 

 

Hubo uno de esos entrenadores que dejaron huellas en su camino, así lo reflejó el Huevo: “cuando llegamos a la cuarta –lo que hoy es M19- tuve a una persona muy especial, que marcó una época en el club, el famoso el negro Guzmán. El negro marcó mi carrera porque lograba algo muy difícil, que disfrutáramos ir a los entrenamientos. Yo empecé a ser entrenador porque me aburrían los entrenamientos. Me encantaba jugar, pero el resto era muy rutinario, dar vueltas a la cancha, rondas, etc. En cambio, “el negro” era un adelantado, porque hacía cosas increíbles que les llegaban a todo el mundo. O te ibas definitivamente del rugby o te quedabas para siempre”.  

 

Los juegos y los desafíos que entretenían al grupo, y como generar ideas para que nadie faltara. El negro Guzmán tenía ingenio y los chicos lo valoraban. Así lo contó el ex Head Coach de Los Pumas: “era famoso porque entraba con un látigo y hacía distintos tipos de competencias, en la que los dos últimos cobraban –risas-. Era muy divertido porque nos matábamos para no ser los últimos. Que era un divertimento, no algo duro, por el contrario, los entrenamientos nos encantaban y los disfrutábamos mucho. Algo que rescato desde siempre de él, es que el equipo lo armaba los viernes por la noche, en su casa y en el asado obligatorio. Vos podías faltar a un entrenamiento con justificación, pero nunca al asado del viernes. Si no ibas no jugabas directamente. Entrenó como 30 años la Cuarta, nunca quiso entrenar la Primera. Estuvo como 20 años en el Seleccionado Juvenil de Tucumán. Un personaje fantástico, que a mí me marcó muchísimo, fundamentalmente por cómo te encaraba y hacía disfrutar de cada entrenamiento. Que es un gran desafío y algo que me propuse cuando empecé a ser entrenador, como también lo hicieron Manolo Galindo o Bochita Roldán”.  

 

Volver a tu casa  


El origen no se olvida y a pesar de los viajes, el alto rendimiento y la actividad que lo lleve por distintos lugares. “El club es el club –afirmó el Huevo-. Siempre va a ser tu casa. El lugar que la vida te va llevando. Uno se aleja físicamente pero el corazón siempre está ahí. Cada vez que voy lo disfruto, porque creció terriblemente gracias al esfuerzo de sus socios. Un trabajo tremendo de Pablo Garretón y la comisión directiva, que lo acompañó en un proyecto inmenso, increíble, que se lo pusieron al hombro y lo llevaron adelante en momentos difíciles y dónde se vio a todo un club trabajando por su club. Eso generó un sentido de pertenencia más fuerte del que había, ya que hicieron una obra espectacular y muy moderna, y todos se sintieron parte. Fueron tantos años que jugué y entrené en todas las divisiones juveniles y en la Primera, que Uni es mi casa y lo será por siempre”.  

 

Para finalizar, Hourcade contó algunas anécdotas que vivió defendiendo los colores azul y gris: “recuerdo cuando nos fuimos a dónde está el club en la actualidad, que era una zona muy alejada y complicada para llegar. Teníamos que tomar dos ómnibus que nos dejaban en la ruta y caminar por un camino de tierra 400 metros hasta la puerta. Era toda una odisea llegar. Y otras de las cosas que resalto del negro Guzmán, es que nos inculcó a ayudar con las obras del club. Hacíamos ladrillos para construir los vestuarios en el inicio del predio nuevo, y eso generó un apego muy grande que nos hizo fanáticos: cuando uno es parte activa siente mayor pertenencia”. 

  

“También recuerdo nuestros primeros viajes. Nos enseñaron a darnos cuenta lo que se lograba por nuestro propio esfuerzo. Poder ir a Córdoba implicaba laburar meses vendiendo rifas para poder pagarnos el viaje. Eso hacía valorar más lo que conseguíamos, lo aprendí en el club y creo que me marcó en la forma que yo pretendía. Disfruté y me preparé después para poder transmitir lo que allí aprendí, que disfruten ir a entrenar y que no lo sientan como una obligación. Ir a pasarla bien como la pasé yo. Todas esas cosas son las que guardo en mi corazón y fueron las que me ayudaron en mi formación”. 

 

La vida de Universitario se construyó de grandes momentos a través de la historia del rugby tucumano. Con personajes que dieron parte de su vida por esos colores y por transmitir los valores a través del deporte. Y que con el paso del tiempo dejaron bien en alto el nombre de una institución que luce con orgullo cada uno de sus logros.        



Fotógrafo: Gentileza de Universitario RC, Esteban Valdez, La Gaceta, Christian Mas, Marcelo Valde, Walter Haar

Fuente: Hernando De Cillia - Producción: Alejandra Krickeberg

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